Ya estoy realizando los viajes de trabajo que tenía planificados
en esta consultoría. He empezado viajando a Sucre y Potosí, continuando con
Cochabamba y Santa Cruz, Oruro y más tarde Trinidad y Tarija, prácticamente
todas las ciudades importantes de Bolivia.
Estoy teniendo mucha suerte porque desde
el primer día que he empezado a viajar no he tenido mas que una sola noche en
la que he tenido que cenar sin compañía, el resto he estado con amigos,
antiguos amigos y nuevos amigos.
Empezar a viajar por un país que no
conoces es toda una aventura. Todo el mundo opina sobre cada ciudad, te hablan
de sus peligros, de las zonas que no debes frecuentar, la actitud que tienes
que tener y mejores sitios donde comer. Todo esto te afecta aunque no quieras,
todas las opiniones se graban en tu memoria y salen cuando menos te lo esperas.
Lo curioso es que se difuminan a medida que pasas días y coges taxis que te
llevan de un sitio a otro.
Los viajes de trabajo no se parecen a los
viajes de placer. Llegas a una ciudad con tu maletita y tienes que buscar la
forma de ir al centro para buscar un alojamiento. Las primeras veces coges el
taxi con miedo a que te vaya a dejar sin nada y en cualquier esquina, pero poco
a poco aprendes que la suerte en estos casos es algo fundamental y así le dejas
a ella que cuide de ti. Cuando encuentras un sitio donde dejar tus cosas empieza
la aventura de ir a los sitios que tienes planificados. Los mapas no los miras
buscando sitios interesantes que visitar sino edificios y centros a los que ir.
Como es todo nuevo a tu alrededor parte del trayecto lo inviertes
en cerciorarte que estás en el buen camino y otra parte en observar todo lo que
ves a tu paso, pero no entras en museos o iglesias ni nada que te parezca
interesante al pasar. Por un lado te sientes turista y por otro alguien que
está ahí con conocimiento de dónde y a qué va.
He visto ciudades bonitas y otras no tan bonitas, pero al cabo de
unos días es lindo sentir como reconoces sus calles y el aire que respiras te
resulta familiar en cada una de ellas.
Pero mi tarea principal está consistiendo en ir de gobernación en gobernación,
de hogar en hogar y en reunirme con todo aquel que me pueda dar una idea de la
situación de la infancia institucionalizada en Bolivia.
En todos estos días he estado en muchos centros, unos mejores,
otros peores y en otros se te parte el alma. Mi intención es ver su situación y
deficiencias para ver si se puede hacer algo por ayudarles. Cada vez que llego
a un sitio se me ocurren mil y una forma de invertir dinero, pero son tantos,
son tantas las necesidades… No sé en qué medida y hasta qué punto se va a poder
hacer algo.
Qué realidades más duras estoy viendo, qué de niños con hambre de amor
y que pocas posibilidades tienen de salir de esa realidad que viven…. Qué de
trabajadores y voluntarios que dan su vida por estos niños, dejando atrás todas
las necesidades personales para intentar llenar en algo el hueco de la ausencia
de una familia. Siempre sales con ese sabor amargo de la generosidad y
necesidad, dos mundos que se cruzan para darse el uno al otro.
El cansancio de los viajes te hace más vieja, pero no en edad o
arrugas sino en experiencias.