No es fácil dejar atrás todo lo que quieres, todo lo que te hace ser tu. Pero una vez que emigras el mundo se te parte en dos, el que dejas y el que tienes, el que eres y en el que vives, el que ha hecho que seas quien eres y el que hace que seas quien serás. Ambos son parte de ti, ambos te forman, ambos son tu casa.
Atrás se han quedado las noches de hablar hasta secar las gargantas, los reencuentros, los abrazos, las lágrimas por tanto tiempo de distancia. Atrás se han quedado tantas y tantas miles de palabras, los "vuelvete" y los "no te vayas". Atás se quedó la playa, las pozas, el campo, las cañas, los pinchos de tortilla, los desayunos, las calles sin recorrer, las minifaldas.
Volver... ¿de dónde y a dónde?... Aún no se cuando he vuelto ni a donde he vuelto... ¿volví al ir a España o he vuelto ahora a Bolivia?
Pero pasaron los días y me reencontré con mi hogar, mi familia boliviana, los amigos de aquí, los mensajes de ahi, el trabajo... Y los días van pasando y me cuesta cada vez menos la distancia.
Pero se queda ese amargo dolor en el alma de tener partido el mundo con una distancia tan larga.
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