viernes, 16 de noviembre de 2012

La cotidianidad de lo no cotidiano

Han pasado muchas cosas en los cinco meses que llevo en Uganda, unas más fáciles de asimilar, otras más difíciles de digerir, pero todas ellas han cambiado en alguna medida mi alma.
 
Las cosas que al principio me sorprendían han pasado a formar parte de una cotidianidad en mi vida que me sorprende y asusta.

Recuerdo esos primeros días en que todo me era hostil, agresivo, sucio. Recuerdo ese miedo a salir del hotel, a moverme sola, a comprar, a hablar con la gente, a ser la única blanca. Todos esos recuerdos los siento tan lejos, a días me pregunto… ¿han pasado sólo cinco meses?
 
Los paisajes, los comercios, la gente caminando, el clima, todo forma parte de mi caminar diario, de mi mundo actual, todo forma parte de mi. Pero esas cosas sólo son diferentes a las que hasta ahora conocía en su forma, sus colores, sus olores.
 
Pero hay ciertas cosas que me resultan cotidianas que se que no lo son.
 
Recuerdo el primer niño que, semidesnudo, sucio y mal alimentado, me saludó al pasar por la primera aldea en la que estuve. Recuerdo la sensación de sorpresa de que algo así pudiese pasar en el mundo. No es lo mismo ver esos documentales de La2 en los que ves la situación de otros países pero no sientes, no percibes, a estar ahí frente a ese niño que te mira con mezcla de admiración y miedo, que no entiende que en el mundo exista otra forma de vida, que no ha comido lo suficiente, que no va a la escuela, que no sabe lo que es el jabón pero que a pesar de todo cuando pasas te regala su mejor sonrisa. Mi primera sensación fue dolorosa y de incomprensión, pero ahora, a fuerza de la costumbre, miro a esos niños y pienso… ¡pero mira que mono! Me he mimetizado con su sonrisa, con esa que no entiende que hay otra forma de vida, que en el mundo hay comida pero que está mal repartida, que muchos niños tienen el privilegio de ir diariamente a la escuela y que hay gente que no sabe que el jabón es un lujo.



Esta semana hemos celebrado un cumpleaños especial. Hemos celebrado el primer cumpleaños de Eddie, Sadic y Steven. Ya he asumido que no saben su edad, que no saben en qué año nacieron, que no saben en qué mes nacieron y por supuesto que no saben el día en que nacieron… (Como para regalarles una carta astral!!!) Y he comprendido que nunca han celebrado un cumpleaños, para mí este concepto ya lo he asumido como normal, pero se nos ocurrió el otro día darles una sorpresa y celebrar sus cumpleaños como su primer cumpleaños.



Pensábamos que comprar gorritos y matasuegras podría ser excesivo, que quizá nos mandarían a la porra por sentirse demasiado mayores como para algo así, pero se nos olvidó que no sabemos lo que es no haber celebrado nunca un cumpleaños. Su cara de sorpresa y felicidad recompensa todo.

 
 Feliz cumpleaños.

 

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